Las grandes ciudades del mundo, antes (y todavía) un foco de contaminación, se están transformando en grandes aliadas del medio ambiente. Eso, porque muchos países han establecido leyes que obligan a las empresas constructoras y ciudadanos en general a adoptar los conceptos de una arquitectura sostenible y 100% amigable con el ecosistema.

Estados como Francia han legislado para garantizar que las nuevas construcciones contengan estructuras y componentes ecológicos, y lo mismo han hecho China e India, además de Brasil, México, Colombia y Chile, entre muchos otros países.

Dinamarca, por ejemplo, tiene en Copenhague a una de las primeras y más importantes ciudades verdes del mundo que ha llegado a ser tal debido a que el gobierno hizo todo lo posible para que así fuera, permitiendo que techos verdes pasaran de ser un simple aspecto decorativo a uno obligatorio.

Francia, por su parte y como se dijo, acaba de aprobar una nueva ley pionera que obliga a todos los nuevos edificios construidos ser cubiertos parcialmente por paneles solares o techos verdes. Toronto (Canadá) también implementó una ley similar que permitió crear 1,2 millones de metros cuadrados en azoteas verdes en centros comerciales, institucionales, casas y complejos de apartamentos.

Suiza igualmente ha implementado normas constructivas ecológicas y sostenibles parecidas, lo mismo que Buenos Aires (Argentina)… Y todas estas leyes, más que imperantes, son incentivas, pues son flexibles en cuanto a las capacidades de cada ciudadano.

Ahora bien, ¿para qué se pueden usar los techos verdes? De todo un poco sería la respuesta: Desde para cultivar frutas, verduras y flores hasta para mejorar la climatización del edificio, pasando por la prolongación de la vida del techo, la reducción del riesgo de inundaciones, generar una especie de barrera acústica, entre más.

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