Si hay algo de lo que se esté hablando durante la semana de Eurovisión más que de las canciones que compiten es de la polémica presencia de Israel en el certamen mientras el estado está en plena guerra contra los palestinos de Gaza. Algo que ha ha puesto en pie de guerra a la gente, tanto público como participantes.

Más allá del movimiento de «protesta» (más o menos silenciosa) por parte de una buena parte de los espectadores habituales que han decidido no ver el concurso, al considerar incorrecta la postura de la UER respecto al tema, el escenario y las gradas del Malmö Arena se han convertido en todo un dolor de muelas para los organizadores del festival.

Y es que las protestas vocales y signos de apoyo a Palestina y de rechazo a Israel se han ido sucediendo estos días en Malmö. El último ejemplo lo vimos ayer, cuando durante el ensayo de vestuario se empezaron a escuchar abucheos y gritos de «Free Palestine» durante la actuación de Eden Golan (y su tema Hurricane), la representante de Israel.

Unidos por la música, pero no tanto

Desde la organización se dieron cuenta y cuando llegó el segundo estribillo el público parecía silenciado. No solamente a nivel de realización televisiva (también en los resúmenes había ausencias al respecto) sino que algunos de los presentes relataron cómo los de seguridad estaban ojo avizor avisando de que debían callarse o, si no, serían echados de las gradas.

«Eden estuvo en el escenario durante el ensayo con orgullo e hizo una actuación increíble», afirma la cadena israelí KAN en un comunicado, «No la silenciarán a ella y no nos silenciarán a nosotros. Nos vemos mañana.» Israel, recordemos, tuvo que cambiar la canción por supuestas alusiones a los ataques del pasado octubre que derivaron en la campaña militar en Gaza en la anterior.

La verdad es que estos signos de protesta por parte del público se unen a los que ya de por sí están (o intentan) ejerciendo algunos de los artistas que se han subido al escenario. Ahí tenemos el caso de Eric Saade, quien representase a Suecia en 2011, que sirvió de «telonero» en la primera semifinal subiendo al escenario con una kefia palestina anudada en la muñeca.

El cantante, de origen palestino, ya se había mostrado bastante vocal días antes:

«El manejo de Eurovisión por parte de la UER es vergonzoso. No permiten ningún símbolo palestino dentro del estadio, mientras que los símbolos que representan cualquier otra etnia del mundo son bienvenidos. Su eslogan ‘Unidos por la música’ (si no eres palestino) ya es una broma. ¿Retransmiten propaganda israelí en prime time al mundo, pero se centran en la bandera palestina? Es más crucial que nunca para mí estar presente en ese escenario. Pueden eliminar nuestros símbolos, pero no mi presencia»

Un pequeño gesto mal recibido por la productora ejecutiva del concurso Ebba Adielson. «Pensamos que es triste que utilice su participación de esta manera», declaraba al diario sueco Aftonbladet. No es, de hecho, el único artista que ha puesto en entredicho la política de «ser apolítica» de Eurovisión.

La representante de Irlanda, Bambie Thug, tuvo que cambiar los escritos en alfabeto ogámico que llevaba en la cara por orden de la UER. Si bien durante los ensayos se podría ver los mensajes «Alto el fuego» y «Palestina libre», estos desaparecieron en la actuación de la cantante en la primera semifinal, celebrada este martes.

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