Es fácil que cualquiera de nosotros haya agradecido, en algún día de caluroso verano, la entrada en una Iglesia o en cualquier otro tipo de construcción con muros de piedra donde la temperatura interior descendía, considerablemente, por debajo de la exterior. Este fenómeno es debido a la inercia térmica que tienen los materiales pétreos.
La inercia térmica es la capacidad que tiene un material para acumular energía térmica y la velocidad con que la acumula y la va, posteriormente, liberando. Los muros de piedra durante el día absorben el calor exterior que, al llegar la noche, irán, poco a poco, liberando.
El grado de aislamiento térmico de un muro de piedra va a depender de tres factores:
- La densidad de la piedra (masa por unidad de volumen, Kg/m3). Cuanto mayor sea el espesor, mejor rendimiento térmico proporcionará a la vivienda.
- La conductividad térmica de la piedra seleccionada, que es la velocidad con la que el calor puede viajar a través de un material.
- El calor específico o capacidad de la piedra para almacenar calor por cada Kg de masa.
Aunque tendemos a hablar de la piedra de forma genérica, su clasificación geológica va a influir también en su comportamiento. Los granitos, basaltos y gneis tienen una masa mayor a la de las piedras calizas, por lo que la conductividad térmica de las primeras es superior, si bien en ambos tipos es elevada.
Además, esta misma propiedad de “gran masa” es la que confiere a las fachadas de piedra un gran aislamiento acústico equiparable al de un muro de hormigón de espesor similar. La atenuación de los ruidos procedentes del exterior o del interior de la vivienda en un muro de piedra de 25 cms de espesor está entorno a los 50 dB.
La forma de instalación de la piedra también puede coadyuvar a potenciar las propiedades de aislamiento de la piedra. La instalación mediante un sistema de fachada ventilada proporcionará un mejor coeficiente de aislamiento, tanto térmico como acústico.
También en fachadas exteriores de piedra maciza conviene dejar una cámara de aire ventilada para evitar las condensaciones producidas por las diferencias térmicas entre el interior y el exterior de la vivienda, prestando especial atención a los puentes térmicos.
En definitiva, entre las múltiples ventajas que destacamos de la piedra natural, sin duda el ahorro energético que nos aporta en calefacción y refrigeración deberá ser correctamente valorado.