Programa especial de ‘First Dates’, en el que los comensales tenían que llevar el antifaz puesto para no ver cómo era su cita físicamente. Eso frustró mucho a Dolores, ya que «buscaba un tío bueno, no un orco».

Eyes Wide Shut

Dolores trabaja como camarera y viene desde Tarragona. Dice que solo le faltan las rastas, porque es una hippy nata, amante de la naturaleza, los animales y el reciclaje. Le contó a Carlos Sobera que ha pasado de llevar la vida de los Rolling Stones a la de María Dolores Pradera: «Mi vida es más aburrida que un concierto de Pablo Alborán».

Celestino tiene 44 años, es de Marín (Pontevedra) y trabaja como carretillero. Explica que es muy perezoso y que le encanta estar «tranquilote» en la cama. Contaba que era muy de soltar coletillas para hacer reír a la gente y que también había hecho sus pinitos como figurante en el audiovisual.

Ambos se cubrieron los ojos con el antifaz y se sentaron a cenar. Dolores se llevó un chasco al ver que no podría dar un braguetazo con su cita: «Ahí vas jodida. Pasta solo tengo de macarrones» le aseguró Celestino.

A Dolores le mosqueó que él comenzara hablándole de su ex, pero no dudó en mentirle sobre su edad: «Tengo 50 tacos, pero tú aquí pon que tengo 42» le pedía al cámara. También presumió de estar escribiendo un libro de sus aventuras en Ibiza… del que todavía no había escrito ni media palabra.

First Dates Decision

No se cortó tampoco en confesarle su decepción a Celestino: «Yo quería un japonés. Me he cepillado a casi todas las razas de hombres». También le explicó su experiencia trabajando «en una discoteca de gays»: «Cuando entra un hetero, te agarras como si fuera una Coca-cola en el desierto» (al que rechazó diciéndole «que si quería un trío, se comprara un disco de Los Panchos»).

Él quiso hacerle alguna pregunta pero ella no dejaba de hablar. «Me cuesta quitarme las bragas ahora mismo, necesito una motivación muy grande». A la hora de la verdad, a Celestino no le importó tener una segunda cita pero Dolores se negó, porque Galicia estaba muy lejos y lo veía «más soso que el agua de fregar».

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