Tendemos a creer que la animación con stop-motion es una cosa nacida en los últimos años, pero lo cierto es que salió a la luz casi al mismo tiempo que el cine en sí mismo: a inicios de los 1900, ‘The Humpty Dumpty Circus’ (ahora perdida) se convertía en una de las primeras piezas de este arte en el que han caído desde Tim Burton (y, sobre todo, Henry Selick) hasta Guillermo del Toro.

Y en todos estos años, jamás hemos visto una historia tan grotesca y, al mismo tiempo, inocente, como ‘Oink Oink’.

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Lechonk, te elijo a ti

‘Oink Oink’ es una película que parece simple e infantil en su contenido (una niña debe salvar a un cerdo de acabar convertido en salchichas) pero que sorprende por una zafiedad inusitada en el cine infantil de nueva hornada. No os toméis la palabra «zafio» como algo negativo. Le falta finura y hay sobredosis de excrementos por todos los sitios, pero en unos tiempos de protección a la infancia extrema es casi un soplo de aire fresco.

Desde luego, si hay algo que la cinta de Mascha Halberstad no tiene es sutileza. Ni en su retrato de los personajes, que oscilan entre el malo muy malo y los buenos muy buenos, ni en el humor de, como cantarían Los Punkitos, ‘Caca, culo, pedo, pis’, ni en una lección sobre el veganismo que no deja medias tintas. Si lo que estabas buscando era una película repleta de amor por los animales pero que también tuviera un toque adulto, ‘Oink Oink’ no es lo que estabas buscando.

Y es que la película holandesa no bebe de Pixar en su intento por llegar en diferente capas a toda la familia, o de Illumination con un humor basado en el clásico slapstick a lo Buster Keaton, sino de un cine abrumadoramente infantil, que se resiste a tratar a los niños como si fueran entes pasivos pero que no descarta en ningún momento todo aquello que alguna vez te hizo reír cuando tenías menos de diez años.

Vaya mierda

Hay algo muy positivo para los padres en el hecho de que la película nunca pierda el tono infantil y el gag flatulento: ‘Oink Oink’ nunca pierde el norte y tanto su animación como sus diseños resultan francamente encantadores. Sí, podrás prevenir desde el minuto uno cada giro, cada intento de sorpresa y cada gag, pero al mismo tiempo es una película tan inocente que es imposible no dejarse llevar por su particular belleza.

Oink

Lejos de tratar de resolver el mundo o de ofrecer una épica aventura a través de diversos lugares, ‘Oink Oink’ se desarrolla al completo en el mismo pueblecito. No siempre se necesita un gran concepto para que la película funcione (que le pregunten a ‘Mundo Extraño’ cómo le fue lo de pensar a lo grande) y, aunque se quede lejos de las cotas de grandeza de otras películas de animación actuales, es fácil quedarse embelesado por esa protagonista que consigue que el mundo sea, al menos, un poquito mejor.

Si eres un adulto sin hijos pensando en ir a ver esta película, francamente, te recomendaría echar un vistazo al resto de la cartelera: solo dura 72 minutos, pero una vez ha enseñado sus cartas en el primer acto, nunca se reconvierte ni cambia lo suficiente como para llegar a apasionar. Sí, se deja ver, es muy difícil salir con mal sabor de boca (depende, sobre todo, de tu tolerancia a los chistes sobre la diarrea), pero solo los niños podrán exprimirla del todo.

Oink, el cerdito pedorretas

Oink Oink

He intentado no abrir el melón, pero es imposible no hacerlo: el humor de ‘Oink Oink’ es… desagradable. La primera vez que vemos al cerdito haciendo sus necesidades encima de alguien se nos escapará una risa más o menos cómplice y socarrona, pero cuando se convierte en el único running gag llega a un punto de no retorno francamente soez. En este sentido, el tercer acto no se separa demasiado en el asco de la escena de don Creosote en ‘El sentido de la vida’: nunca habéis visto una cinta infantil que termine de una manera tan pretendidamente grosera.

¡Y eso es bueno! Puede que a mí la película no me convenciera, pero no soy su público. Cine como ‘Oink Oink’ no se ha hecho para treintañeros resabiados, sino para niños huérfanos de groserías al estilo ‘Los Megabebés’ o ‘Ren y Stimpy’: un oasis que, además, trata de concienciar sobre el poder de no comer carne con la sutileza de una apisonadora y la insistencia de un martillo pilón.

‘Oink Oink’ no es la mejor película del año, y ni siquiera la he disfrutado especialmente, pero me alegro muchísimo de su existencia. Sus intenciones son buenas, sus personajes entrañables, su animación deliciosa y su público objetivo la disfrutará si ya se ha cansado de la animación hecha por ordenador.

Se nota en cada plano el amor que se ha puesto para llevarlo a cabo y, sinceramente, cumple su objetivo. ¿Quién soy yo para decir que no es para tanto o juzgar una cinta de animación severamente por el hecho de sobrevalorar el humor de un cerdo con diarrea?

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