Pasó a la historia como pionero en el abstraccionismo, cuando otros artistas preferían la pintura paisajística, él optó por la figura geométrica, no expresiva, antinaturalista y antifigurativa.

El presidente de la fundación Cruz-Diez, Luis Benshimol, explica que su minimalismo se inspiró en París, a donde emigró en 1945. Tras ver los trabajos de Picasso y Cézanne, comenzó a alinearse con el cubismo.

Desde París quería traer a Venezuela lo que estaba logrando, pero temía que sus trabajos conmocionaran a la sociedad, y tenía razón. En 1949 sacudió a la sociedad venezolana cuando presentó su serie “Cafeteras” en el Museo de Bellas Artes, en la que resaltó la simplicidad de los cuadros y su resuelta escasez de recursos pictóricos.

Sus títulos hacían referencia a elementos conocidos por la cultura popular, pero las imágenes no tenían forma alguna ni referencia visual con dichos elementos. Por primera vez el arte tal y como era entendido en ese contexto no guardaba similitud con la realidad, detalla Luis Benshimol.

Volvió a Europa para estudiar la obra de Mondrian, extrayendo su uso esencial de los colores primarios y la geometría; de Picasso la espacialidad abstracta entre color, línea y plano; y de Cézanne el movimiento y vibración a través de la pintura. Elementos que definieron la progresión de su carrera.

La obra de Cézanne lo inspiró a buscar que cada imagen se organizara ante el espectador, vibrando sola. Su obra, desde ese momento comienza a tener movimiento, pulso y ritmo. Hizo visible la especialidad del color y cualidad en cada trabajo, más allá de simplemente colorear un lienzo.

Con su serie coloritmos buscó redefinir la pintura, llevarla de ser un medio creador de superficies y llevarlo a un generador de objetos. Buscaba romper el orden tradicional de la estética modernista.

También buscaba integrar el arte con la arquitectura, algo que logró con Carlos Raúl Villanueva, con quien Otero trabajó levantar la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV, en la que construyó una Policromía monumental con mosaicos de vidrio en la fachada del edificio. Utilizó dos tonos de azul para que, de la misma forma que con sus coloritmos, la obra ganara simbología según el campo de visión del espectador y las relaciones que éste generase con los recursos pictóricos circundantes.

Otero también exploró el ámbito de la escultura y en 1977 creó, para el Smithsonian National Air and Space Museum de Washington DC, su Delta Solar. La obra pretendía rendir homenaje a la tecnología, así como al culto inca al sol.

Su legado es infinito. Fue un precursor e investigador de los campos de la abstracción, el color y la luz. Sin duda alguna, sentó la raíz de la contemplación espacial de una obra de arte.

 

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