Fijaos en esta Joven judía rusa y en Familia italiana en un ferry saliendo de la isla de Ellis, imágenes datadas ambas en 1905 y realizadas en ese mismo lugar, la puerta de entrada a Estados Unidos para miles, o millones, de emigrantes extranjeros en el periodo del cambio de siglo. Un año antes, Lewis Wickes Hine, que trabajaba como profesor en la Ethical Culture School de Nueva York, de carácter progresista, había comenzado a realizar fotografías dedicadas a estas personas desplazadas como parte del programa educativo de aquel centro, proyecto que continuó llevando a cabo hasta 1909, y a la misma isla regresó tras convertirse ya en fotógrafo profesional.
Hacia 1900 Estados Unidos se encontraba sumido en una etapa de reformismo social progresista que afectaba a casi todas las capas del pensamiento cultural del país, desde la teoría educativa y ciudadana hasta el gobierno. Se fundaron muchísimas agencias y organizaciones públicas y privadas para hacer frente a los problemas de la población general, surgidos en el entorno urbano industrializado, y aquel incipiente activismo se manifestaría en actividades muy diversas, desde poner macetas en casas de vecindad hasta el trabajo de organizaciones como el ejército de salvación o la Cruz Roja.
Impulsadas y difundidas en exposiciones y publicaciones, estas inquietudes reformistas se situaron en el centro de atención de las revistas ilustradas, prosperas en la época, y tanto los educadores como las mencionadas organizaciones y agencias deseaban documentar (fotográficamente) sus actividades sociales y caritativas, prestando asimismo la prensa popular un mercado dinámico para dichas instantáneas de contenido comprometido.
Animado por sus compañeros educadores y sociólogos, Hine, que se licenció en Pedagogía en la Universidad de Nueva York en 1905, abandonó la seguridad relativa que le ofrecía su puesto en la enseñanza por la fotografía documental. Su estreno fue positivo: su trabajo en Ellis y sus posteriores estudios sobre la vida en los vecindarios neoyorquinos le granjearon apoyos entre los citados grupos de acción social, deseosos de nutrirse de ilustraciones fotográficas con las que apoyar sus causas.
En 1906 comenzaría a trabajar Hine para la revista Charities and the Commons y para el Comité Nacional contra la Explotación Laboral Infantil y otras organizaciones sociales; por encargo de este último organismo, llevó a cabo numerosos viajes fotográficos documentando a los niños que trabajaban en fábricas y campos, minas o manufacturas textiles. Más tarde cedió aquellas obras para conferencias, exposiciones y publicaciones; poseía el americano una comprensión instintiva del poder de persuasión de las imágenes, cuando se combinaban con textos que las explicaban, para, en sus palabras, devenir una palanca para la elevación social.
No dejó Hine esa institución hasta 1918, año en que fue contratado por la Cruz Roja americana para fotografiar la devastación de la I Guerra Mundial en Europa, recientemente finalizada. Durante dos años, captaría los esfuerzos de ayuda de ese organismo, facilitando imágenes promocionales de sus actividades; las dos décadas siguientes, por su parte, le traerían encargos de varias agencias tanto educativas como sociales. Podemos decir, por tanto, que de 1904 a 1920 su producción se centró en las penurias y dolores humanos en el mundo industrializado, lo que dotó a su trabajo de un efecto humanista, pero en los años siguientes su fotografía experimentaría cambios relevantes, en buena medida debido a la distinta naturaleza de quienes serían sus clientes, a veces más interesados en la promoción de los programas concretos de una agencia que en la documentación de desafíos sociales. Por ejemplo, en Descubriendo lo que provocó el eclipse reciente y Estudiantes de peluquería en la escuela de Bordentown ilustró los logros y actividades de la organización, retratando a los niños como si fueran clientes que recibían sus servicios.
Además de su producción, tanto sus escritos como su historia personal muestran claramente la convicción de Hine de que su trabajo podía cambiar un mundo que requería ser transformado, y es evidente, igualmente, que aquello que fotografiaba lo indignaba, a veces ofendía, y despertaba su compasión. Ello pese a que nunca presentó a los modelos de sus fotos como víctimas, sino conservando siempre su dignidad, ofreciéndonos su propia visión de las circunstancias que los rodeaban, desde su conciencia.
Fue tras la Gran Guerra cuando este autor intuyó que habría menos demanda de encargos documentales de carácter social y comenzó a definir su perfil como fotógrafo interpretativo, pero incluso entonces condujo su interés hacia el tema del trabajo, mostrándose acorde con los valores más abiertos de una nueva era. Para cuando, en la fase de entreguerras, se extendió un movimiento en las artes visuales que reflejaba las ventajas del capitalismo industrial estadounidense y mostraba a trabajadores inmersos en una nueva época de máquinas, Hine ya había retratado a empleados industriales mucho antes: cuando, en 1907, se involucró en el estudio sociológico Pittsburgh Survey de Paul Kellogg.
Su intención de retratar el lado humano del engranaje laboral contemporáneo le procuró éxito tanto económico como humano; pensaba Hine que, al ofrecer un retrato positivo de la función del trabajador, contribuía al progreso social. Esa decisión lo mantuvo en consonancia con su época y recibió proyectos tanto de la industria como de los sindicatos: sus retratos de maestros mecánicos trabajando entre formas recias y el entorno espectacular de la industria pesada le valieron premios, exposiciones y su aparición en revistas de arte.
Sin embargo, el crack del 29 y la Gran Depresión redujeron sus ingresos. Cuando parece que padecía algunas dificultades, por probable mediación de uno de sus vecinos, Richard Shreve, uno de los jefes del estudio de arquitectura encargado del Empire State, le llegó el encargo de fotografiar, en mayo de 1930, la construcción de este rascacielos. Siguió a sus albañiles hasta el cielo, hasta lo más alto de los 102 pisos de ese edificio emblemático, el más alto levantado hasta entonces. Estas imágenes resultaron entonces -lo son también hoy- increíblemente modernas: las formas de las vigas, los puntales de la estructura del edificio y las perspectivas oblicuas bruscas parecían anunciar una nueva fotografía, arriesgada y excitante.
Un público amplio conoció estas composiciones, publicadas además en Europa, donde adquirieron el rol de expresión de la vanguardia estadounidense y atrajeron a los autores de la Nueva Visión y el constructivismo. En 1932 formaron parte del libro, muy alabado, Men at work.
BIBLIOGRAFÍA
Historia de la fotografía. De 1839 a la actualidad. Taschen, 2012
Peter Walther. Lewis W. Hine. America at Work. Taschen, 2022
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