La vida de este notable escritor uruguayo, que cumplió ochenta años de su muerte el pasado 19 de febrero, estuvo siempre marcada por la desgracia y el dolor. Su amarga existencia se vio reflejada en la gran mayoría de sus cuentos, narraciones de temática oscura y retorcida, que en muchas oportunidades fueron comparadas con la obra de Edgar Allan Poe y su influencia en él.

Horacio Quiroga solo tenía tres meses de edad cuando su padre se quitó la vida en circunstancias sumamente impactantes, en especial para su madre, que lo sostenía en brazos en el momento en que vio a su marido dispararse a sí mismo con una escopeta.

No sería la última vez que Horacio Quiroga tendría que verse la cara con el suicidio, pues a la edad de cinco años su padrastro acabó con su vida de la misma forma en la que lo hizo su padre; su primera esposa, mucho más joven que él, también se quita la vida envenenándose con un químico para revelar fotografías y Alfonsina Storni, con quien tuvo un idilio, se arrojó al mar.

Un buen amigo del autor de Cuentos de la selva, el mismo que le consiguió el puesto de cónsul de Uruguay en Buenos Aires, se quitó la vida, y al poco tiempo Quiroga perdería el puesto diplomático asignado.

Leopoldo Lugones, gran amigo del autor, también murió envenenado un año y un día después que Horacio Quiroga, quien ingirió cianuro en febrero del año 1937. Los hijos del cuentista latinoamericano seguirían arrastrando consigo la larga cadena de suicidios familiares. Eglé y Darío también se quitaron la vida algunos años después que su padre.

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