Eduardo Chillida fue uno de los continuadores del trabajo de Pablo Picasso y Julio González en España. A muy temprana edad pasó de las canchas de fútbol a los estudios de arquitectura, y de ahí al Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde se formaría como escultor y dibujante.

A finales de la década de los cuarenta, Chillida va a París, donde se hace amigo de Pablo Palazuelo. Con el nacimiento de su primer hijo a comienzos de la década de los cincuenta, el escultor se instala permanentemente en su San Sebastían natal y allí funda su taller, en el que trabaja con la fragua y el hierro, imponiendo profundos cambios en su estilo.

Motivado por Palazuela, en el año 1954 desarrolla su primera exposición individual, muestra que llevó a la Galería Clan de la ciudad de Madrid. Con la década de los sesenta comenzarían a llegar los reconocimientos, llegando Chillida a recibir, en el 64, el Premio de Escultura del Carnegie Institute de Pittsburg.

En el año 1981 le fue entregada la medalla de oro al Mérito de las Bellas Artes en Madrid y dos años más tarde el Premio Europäischer der Künste, que le fue entregado en Estrasburgo. Antes de que finalizara la década de los ochenta, el reconocido escultor vasco, había conseguido el Premio Príncipe de Asturias de las Artes y en 1991 su trabajo fue galardonado con el Premio Imperial Japonés.

 

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