París,

Casi dos años después de presentar su trabajo en una de sus exhibiciones online, la sala White Cube mostrará, en su sede parisina de la Avenida Matignon, la obra de Sara Flores, en la que será la primera exposición individual de esta artista en Francia. Nacida en 1950, la autora peruana pertenece al pueblo Shipibo-Conibo, un grupo indígena extendido a lo largo del río Ucayali, y elabora intrincadas pinturas geométricas sobre soportes textiles que vienen a reelaborar y ampliar las formas tradicionales adoptadas en esta cultura por el Kené, un término shipibo que podemos traducir como “diseño” y cuya etimología probablemente se relacione con el verbo kéenti, que significa amar o cuidar.

Podremos contemplar en París algunos de sus Kené florales, patrones abstractos e hipnóticos que parecen generar vibraciones dinámicas y que recogen los conocimientos transmitidos por las mujeres Shipibo-Conibo durante décadas, como parte de su sistema de creencias: no era su intención representar con estas formas ningún motivo concreto perteneciente al mundo físico, sino fijar la fluidez de las imágenes que, atendiendo a sus convicciones, habitan la esfera del espíritu. Tal y como ha escrito el investigador de aquel grupo indígena Laureano Ríos Cairuna, estas tramas son una expresión de la creatividad Shipibo y revelan la forma simbólica en la que las prácticas chamánicas sirven como punto de contacto entre el mundo material y las fuerzas invisibles de la naturaleza.

La producción de Flores se nos presenta trazada manual y libremente, con precisión pese a que no se vale de bocetos preparatorios ni de procesos digitales y a que emplea tintes vegetales sobre tucuyo, un lienzo elaborado a partir de algodón silvestre. La artista parece buscar atraer nuestra mirada simultáneamente en diferentes direcciones, desplegando tracerías repetitivas en forma de laberinto que parecen remitir a sendas enlazadas o sistemas neuronales. En algunas de las piezas sitúa las composiciones dentro de un borde estampado, mientras que en otras la imagen repetitiva parece desplazarse hasta el borde del lienzo, como si estuviera a punto de desbordarse más allá de sus límites visibles. Al procurar un cuidadoso equilibrio entre la innovación experimental y la forma tradicional, esta autora desarrolla su propia formulación de los motivos de los Shipibo, creando lo que se ha descrito como un “sistema codificado y cibernético que no sólo representa sino que aprovecha el sustrato de la existencia”; hay que recordar que las prácticas artísticas y curativas de este pueblo entrelazan el ritual, la estética, la ecología, las estructuras sociales y lo sobrenatural en un todo complejo y multifacético. Sus imágenes implicarían así la captación de capacidades físicas, cognitivas, espirituales y afectivas, y esquivarían la división entre pensamientos y sentimientos, mente y cuerpo.

Es posible que algunos asocien el término Kené a los patrones visuales y musicales de las ceremonias de ayahuasca: ciertamente, se le ha considerado un diseño curativo, o una especie de “medicina de diseño”, que puede restaurar o crear equilibrios personales. Por evocar las posibles propiedades transformadoras del arte, se ha entendido que podía favorecer la sanación de varias enfermedades que se cree causadas por diseños dañinos o por un desorden energético; las formas recreadas tienen, así, su origen en la cosmología Shipibo y están inspiradas en la anaconda y los patrones de su piel, creándose a partir de las visiones o alucinaciones que surgen tras el consumo de plantas psicoactivas.

La preparación de los colores y el proceso espiritual de estos Kené son parte de la compleja relación de este grupo con la tierra, el agua y las plantas, por eso Flores concibe y lleva a cabo su trabajo como lo haría un chamán, realizando ejercicios de disciplina física y espiritual durante varios días antes de la producción. Para cada uno de sus paneles prepara una sutil paleta de colores a partir de flora autóctona: utiliza la corteza de yacushapana para el marrón/negro; las hojas de amí para el morado; el fruto del achiote para el rojo o la raíz de guisador para el amarillo. Después de efectuar el dibujo inicial, lava sus telas con una solución que contiene una arcilla de río altamente alcalina que funciona como fijador para que las reacciones químicas puedan provocar cambios de color; la tintura de corteza de yacushapana, que se utiliza a menudo para las líneas principales, cambia, por ejemplo, de un marrón claro apenas visible a un tono negro, concediendo un mayor contraste al trabajo final.

Comenzó Sara Flores el aprendizaje de estas técnicas a la edad de catorce años, guiada por su madre, y ahora trabaja a menudo junto a sus propias hijas en un proceso que permite a unas y otras colaborar en la labor del resto. En 1976 cofundó Maroti Shobo, en la comunidad nativa de Paohyan, la primera cooperativa de mujeres del pueblo indígena al que pertenece; aún activa, impulsa el crecimiento socioeconómico de los suyos.

Experimentando dentro de las muchas subcategorías del diseño Kené, Flores ha profundizado, en definitiva, en dos vertientes de la creación artística dentro del lenguaje Shipibo: la artesanía, o menin, y la creativa, o shinan, vinculada esta última a la imaginación visionaria. Tanto lo cotidiano como sus visiones personales y sus sueños se entrelazan, por tanto, en estos patrones que nunca resultan rígidos.

Sara Flores. White Cube París, 2023
Sara Flores. White Cube París, 2023

 

 

Sara Flores

WHITE CUBE PARÍS

10 Avenue Matignon

París

Del 13 de diciembre de 2023 al 13 de enero de 2024

 

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