El poder siempre encuentra los mejores caminos para perpetuarse. Pero que sean los mejores para él no significa en absoluto que sean beneficiosos para los sometidos por él. Que religión y política se entrelacen para que sus fuerzas conjuntas les mantengan en lo más alto y siempre con el control es sólo un comportamiento natural de autopreservación. No por ello, por ser natural, deja de ser pernicioso.
Cada región explora estos mecanismos de los poderes para que la dominación y el status quo prevalezcan, manteniendo ciertas características comunes incluso aunque el nombre de la religión cambie. Es por ello que una película como ‘Conspiración en El Cairo‘ resulta tan digerible y fácil de comprender incluso aunque no tengamos la más mínima idea de cómo funciona la política egipcia.
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Arrinconado por el poder
El director y guionista Tarik Saleh regresa a Suecia una vez más para denunciar estos lazos que se realizan en las más altas esferas a espaldas de los ciudadanos. Una co-producción europea que cuenta en clave de thriller de espías muy trepidante además de minucioso, entrando de lleno en las cloacas de Egipto con una historia intrigante además de compleja emocionalmente que fue reconocida en el Festival de Cannes del año pasado en la categoría de guión.
La película se centra en Adam, un hijo de una familia pescadora en un modesto poblado egipcio. Él busca ayudar a su familia, que se encuentra en una situación económica delicada, pero es seleccionado para asistir a la prestigiosa universidad de Al-Azhar, situada en El Cairo. Esta institución, además de darle acceso a una inmensa cantidad de conocimiento y de estudio sobre la fe, es también el centro neurálgico del poder del islam sunita, que se encuentra convulso tras la muerte repentina del Gran Imán.
En medio de disquisiciones sobre quién debe ser su sucesor, un compañero de Adam es asesinado en mitad de la noche y él lo presencia. Pronto descubrirá, al ser abordado por el Colonel Ibrahim (interpretado por un colaborador habitual de Saleh como es Fares Fares), que su compañero era un informante para la policía de El Cairo, y deberá ocupar su lugar para descubrir las conspiraciones que se están dando en el sagrado templo para influir en el poder religioso y, por consiguiente, en la población.
‘Conspiración en El Cairo’: rabia y frustración
Con intrigas y asesinatos entrelazados con el poder religioso, es fácil pensar en esta historia como en un equivalente musulmán de ‘El nombre de la rosa‘. Aunque la ejecución se acerca bastante tanto a los complejos relatos morales de los espías de John Le Carré como al tenso y atmosférico thriller de Michael Mann. ‘El dilema‘ viene a la mente en su manera de hablar de infiltrados, de las ramificaciones interminables por parte del sistema que se intenta combatir y del desgaste emocional experimentado durante el proceso.
Hay también pequeñas mezclas de géneros que dan un mayor poso a la historia. El personaje de Adam vive también su propia película de crecimiento adolescente, un «coming of age» plagado de dudas sobre su fe y desengaños con la institución en la que se encuentra, que tiene un final bastante devastador. Saleh emplea bien esta parte del relato para vender emocionalmente su feroz crítica contra el sistema de su país.
Al igual que pasaba con la también notable ‘El Cairo confidencial‘, encontramos unos referentes muy occidentales que hacen accesible todo para nosotros como público, aunque al mismo tiempo la hagan un poco convencional. No por ello deja de estar contada con mucha fuerza, cargada de rabia y frustración ante la impunidad del poder para cometer actos atroces. Sólo por ello es una película muy destacable.
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