Desde el siglo XIX y hasta entrado el siglo XX, la ciudad de París ha sido el punto de encuentro de reconocidos y destacados artistas de todo el mundo, quienes se reunían para compartir y engalanar la capital de Francia con una amplia variedad de propuestas artísticas. Desde la pintura, arquitectura, baile e incluso la música en toda su expresión.
El arte es el eje principal que le abre las puertas a cientos de artistas emergentes y consolidados, los cuales quieren conocer aún más de la cultura que destilaban los cafés de la urbe y formar parte de sus círculos sociales, que podían inspirarles artísticamente; una oportunidad para comercializar sus obras. De allí que la capital parisina se convierte en uno de los países multiculturales por elección.
Creadores como Van Gogh, André Derain, Paul Cézanne e incluso Henri Matisse, entre muchos otros, vivieron en la ciudad durante una temporada. Por ese motivo, algunas de las obras de arte más importantes de la época se encuentran en museos de París.
A partir de 1860, el impresionismo supuso una revolución en la pintura occidental. Esta corriente, nacida en París, pretendía que el público acabase de construir en su mente lo que representaba las obras sobre los lienzos. Édouard Manet es considerado el pionero del movimiento, aunque el artista más destacado fue Claude Monet.
Entre tanto, el modernismo arquitectónico de finales del siglo XIX tuvo como máximo exponente a Antoni Gaudí, arquitecto catalán. Cuyas son obras como la Sagrada Familia o la Casa Batlló, de Barcelona.
La extensión de este estilo en Francia fue el Art Nouveau, abanderado por Héctor Guimard, encargado de diseñar algunas entradas de metro de París. Se valoraban los objetos artesanales, pero sin renunciar a los avances industriales.
El impresionismo musical también incorporó fragmentos de arte a través de fuentes diversas para recrear ambientes íntimos. Claude Debussy, por ejemplo, consiguió con sus composiciones que el público pudiera evadirse gracias a esta impresión sensorial.