Cualquier proyecto arquitectónico tiene desde su concepción los ojos puestos en el componente humano, ya que los edificios se plantean y se construyen para que los habiten y los admiren las personas. Pero la que llamamos “arquitectura social” va un paso más allá de la búsqueda de funcionalidad y atractivo para el ojo: su filosofía persigue no solo cubrir necesidades, sino ofrecer un valor añadido a la comunidad que albergan resolviendo sus problemas y mejorando su estilo de vida.  

Esta búsqueda del bienestar social debe ir necesariamente de la mano de un planteamiento sostenible y respetuoso con el medioambiente, ya que evitar el impacto negativo en el entorno es uno de los pilares que garantizan la calidad de vida de las personas.  

Esta forma de entender la arquitectura ha ganado interés en los últimos años y se ha situado como una tendencia en auge. En el post de hoy compartimos dos proyectos que siguen esta hoja de ruta, poniendo por delante el servicio a la comunidad, la participación ciudadana y el cuidado del medioambiente.  

La Green School de Bali, la escuela más sostenible del mundo 

En medio de la exuberante vegetación de la jungla de Bali, se encuentra el que es considerado “el colegio más verde del mundo”, tanto por los contenidos que se imparten en sus aulas como por la propia construcción de su complejo arquitectónico.  

En la Green School de Bali todos los edificios están construidos con bambú local, material que también es aprovechado como fuente de biomasa para la caldera de todo el complejo. En este colegio las aulas son espacios abiertos sin paredes y lo único que se escucha son los sonidos de la naturaleza.  

Edificio de bambú en la Green School en Bali. 

En el año 2008, el joyero canadiense John Hardy, conmovido tras ver el documental “Una verdad incómoda”,  decidió que era necesario dar vida a un proyecto de escuela destinada a formar a futuros líderes ecologistas que luchasen contra el amenazante cambio climático.  

Así fue como John y su esposa Cinthya pusieron en marcha el proyecto de la Green School, un campus que se extiende a lo largo de ocho hectáreas. El espacio cuenta con dos partes diferenciadas divididas por el río Ayung y unidas a través de un puente de 22 metros construido con bambú.  Por un lado, se encuentra la sección de los edificios de aulas; y, por otro, un espacio de trabajo al aire libre, con huertos donde los alumnos aprenden sobre cultivo de especies locales. En esta área también se imparten talleres sobre construcción de estructuras con materiales sostenibles.  

Una de las aulas de Green School. 

El primer paso para formar a los alumnos en sostenibilidad es dar ejemplo con el propio espacio en el que se imparten las aulas. Por ello, uno de los aspectos primordiales en la concepción de este proyecto fue el objetivo de crear un espacio con un mínimo impacto medioambiental. De ahí la elección de materiales naturales y locales como el bambú para su construcción y la apuesta por la energía verde. Las fuentes de energía que alimentan a todo el espacio son 100% renovables: paneles fotovoltaicos, generadores hidráulicos y calderas de biogás.  

La Escuela Verde de Bali se inauguró con 90 estudiantes y desde entonces no ha parado de recibir alumnos, superando los 500 escolares de todas partes del mundo. Además, en Green School no solo abre sus puertas a los alumnos, sino que también involucra a sus familias y a toda la comunidad balinesa en su proyecto.   

Desde su apertura, este espacio está en constante evolución y expansión: en los últimos años se han creado otras Green School en Nueva Zelanda (2020), México (2021) y Sudáfrica (2022).  

El proyecto de vivienda asequible, sostenible y comunitaria de La Borda en Barcelona  

Los movimientos de arquitectura social y sostenible ya están presentes por toda la geografía y no es necesario irse hasta Indonesia para conocerlos. Tenemos proyectos muy interesantes dentro de nuestras propias fronteras.  

Uno de ellos es La Borda, una cooperativa de viviendas del barrio barcelonés de Sants. En 2012, ante el desolador panorama de la crisis habitacional en Barcelona, un grupo de vecinos de la zona decide enfrentar por su cuenta la difícil situación de acceso a la vivienda. Entre los 28 cocreadores del proyecto juntaron sus conocimientos multidisciplinares (economistas, arquitectos, ingenieros, expertos en ecologismo, entre otros) y se autoorganizaron para crear la cooperativa de viviendas que llamarían “La Borda”.  

El concepto del proyecto se basa en la oferta de alquileres a precios asequibles y sin la existencia de esa figura del casero con poder para echarte si consigue un inquilino que le pague más. Además, en el complejo todos los arrendatarios pueden disfrutar de varios servicios comunes: una lavandería, una cocina, dos azoteas, dos habitaciones de invitados y un aparcamiento de bicicletas, entre otras facilidades. Además del objetivo de facilitar el acceso a la vivienda, también se persigue el fin de crear una comunidad en la que sus miembros encuentren bienestar y puedan enriquecerse los unos a los otros.  

Otro de los puntos centrales del proyecto de La Borda es la sostenibilidad y la eficiencia energética. Este complejo de viviendas es el edificio construido con madera más alto de España. Gracias al uso de este material, los inquilinos pueden protegerse del frío sin necesidad de depender de la calefacción, reduciendo así considerablemente el gasto energético de los hogares. Concretamente, se estima que con la construcción de casas de madera se puede conseguir un ahorro de entre el 50 y el 60 % del consumo anual en calefacción y aire acondicionado gracias a las propiedades aislantes de la madera. 

En el centro de la estructura se encuentra un patio central cubierto por un techo traslúcido que, además de permitir la entrada de luz natural, actúa a modo de invernadero y regula las temperaturas a lo largo de las estaciones, capturando la energía solar térmica en invierno y favoreciendo la ventilación en verano.  

Interior de La Borda ©ArchDaily. 

Queda patente que es posible repensar los proyectos arquitectónicos y los conceptos de espacios de formación y vivienda para encaminarlos hacia el respeto por el medio ambiente y el entorno y las necesidades sociales de quien lo habita. Todo ello sin dejar de lado la estética y la funcionalidad, que a la vista esta con estos ejemplos que son aspectos que pueden alcanzarse con creces.  

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