Grandes cineastas de la historia han terminado odiando, por una u otra razón, algunas de sus producciones, sin importar que muchas de ellas se hayan convertido en largometrajes de enormes ingresos en taquilla, o cintas que la crítica siempre refiera como inolvidables clásicos de la historia del cine.

Woody Allen, Steven Spielberg y George Orwell son algunos de los cineastas que han sentido verdadera aversión por algunas de sus más reconocidas creaciones, aunque el cineasta neoyorquino sea quizás uno de los más neuróticos al momento de autoevaluar su propio trabajo.

Manhattan es, para muchos expertos en la materia, la mejor película de Woody Allen, aunque su propio autor la considere un notable adefesio. Algunos dicen que una vez que la película más neoyorquina de Allen estuvo lista, el cineasta suplicó a los productores que la destruyeran y que no le permitieran ver la luz.

La decepción de Woody Allen hacia esta encantadora comedia romántica fue tal, que el director se ofreció a rodar una película sin cobrar un solo centavo, con tal de sustituir a Manhattan y borrarla de su vida.

Las súplicas de Allen fueron ignoradas y esta producción se convirtió en una de las más alabadas de su carrera, aunque en lo personal, el director afirma que su mejor film fue La rosa púrpura del Cairo.

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