Hollywood, a lo largo de su historia, ha estado poblado de muchos y muy buenos directores. Eso es innegable. Sin embargo, no todos destacan por cultivar su arte y llevarlo un paso más allá de lo común y característico como sí lo ha hecho, por ejemplo, Tim Burton, un realizador que ha sido capaz de sentar precedentes y crear toda una estética propia que le identifica con el gran público.

Esa forma tan peculiar, oscura, gótica y siniestra que tiene el cine de Burton tiene una razón de ser: Tim nació un 25 de agosto de 1958 en Burbank, California, y muy pronto comenzó a desarrollar su vena artística a través de una enorme afición por la pintura, el dibujo y las películas fantásticas y de monstruos.

Tal era el alcance de sus pasiones que, antes de cumplir 15 años, ya había realizado un par de cortos animados (The Island of Doctor Agor y Houdini) que daban cuenta de sus talentos. Esas capacidades de Burton se iban a acrecentar poco después de culminar un bachillerato por el que pasó sin haberle tenido particular amor a la lectura o a los estudios propiamente dichos. Lo de él era contar historias a través de medios audiovisuales y por eso terminó ingresando en el Instituto de Artes de California (fundado por Walt Disney).

En el también conocido como ‘Cal Arts’ terminó de pulir sus talentos y pronto, a principio de los años 80, se vio trabajando a las órdenes de los estudios Disney. De allí en adelante, lo de Burton fue un ascenso meteórico a la fama: Primero, realizando exitosos cortometrajes como Vincent y Frankenweenie, los cuales le abrieron las puertas a mercados más grandes; y segundo, dirigiendo su primer largometraje, La Gran Aventura de Pee-Wee (1985), con lo cual terminó de hacerse notar en la Meca del Cine gracias a la buena recepción tanto comercial como crítica de la cinta.

Y si esa primera película que dirigió le dio fama, la segunda le dio estatus y sentó las bases de su estilo. Se trata de Beetlejuice (1988), comedia de humor negro sobre una pareja recién fallecida que busca recuperar su antiguo hogar a través de los servicios de un excéntrico fantasma que fue capaz de generar hasta 80 millones de dólares en ganancias.

El nombre de Tim Burton ganó tal notoriedad que fue electo para dirigir Batman en 1989, cinta sobre el icónico súper héroe de historietas y que convirtió al realizador en una estrella tanto para los expertos como para las masas, que apoyaron la cinta con entusiasmo y una recaudación de más de 400 millones de dólares.

Ya en la cima, el siguiente paso de Burton fue hacer tándem con el actor juvenil del momento, Johnny Depp, en su siguiente filme: Eduardo Manos de Tijera (1990). Esta cinta, sobre una creación incompleta de aspecto humano pero con un buen juego de tijeras en vez de manos, fue todo lo que se podía esperar del director californiano, y pasó a la historia como su mejor creación (todavía muchos dicen que lo es) y el inicio de su relación laboral con el popular histrión.

Después de Eduardo Manos de Tijera, Burton comenzó a hilvanar una cadena de películas que van de lo muy peculiar a lo muy comercial, de lo muy aclamado a lo muy criticado, y todo eso comenzó con la incomprendida Batman Regresa (1992). Luego vino The Nightmare Before Christmas (1993), una cinta animada producida, escrita y originada por Burton que terminó siendo dirigida por Henry Selick (por problemas contractuales con los estudios), y después la aplaudida Ed Wood (1994).

Burton no paró el ritmo y ya en 1996 estrenaba la vapuleada Marcianos Al Ataque. Luego, en 1999, llegaba otro éxito con Sleepy Hollow, y más tarde, en 2001, otro fracaso con El Planeta de los Simios. Esta última cinta, diseñada para ser un blockbuster, no tuvo la recepción esperada e hizo repensar el rumbo que el director estaba tomando en su carrera. ¿La solución? El Gran Pez (2003), un largometraje mucho más personalista, íntimo, y extrañamente fresco que fue muy bien recibido por los críticos.

Ese fue el inicio de otra racha positiva para Burton, pues en 2005 estrenó tanto la excelente, colorida y divertida Charlie y la Fábrica de Chocolates como la animada, oscura y fantasiosa El Cadáver de la Novia (candidata al Óscar). Más tarde, en 2007, lanzó su adaptación del musical Sweeney Todd, cinta que ganó el Globo de Oro a Mejor Película Musical/Comedia, y luego, en 2010, la multimillonaria versión en acción real de Alicia en el País de las Maravillas.

En 2012, Burton saboreó las dos caras de la moneda. Primero, aplausos por la versión animada de uno de sus primeros cortometrajes, Frankenweenie, ahora un largometraje que también fue nominado al Óscar como Mejor Película Animada; y segundo, abucheos por Sombras Tenebrosas, que fracasó tanto en taquilla como en crítica…

Y hablando de crítica: Las últimas dos películas dirigidas por Tim Burton, Big Eyes (2014) y Miss Peregrine’s Home for Peculiar Children (2016) han vuelto a colocar el nombre del director en el radar de los más acuciosos expertos por su buen trabajo artístico y su innegable calidad… Calidad que, dicho sea de paso, jamás se ha perdido. Es cierto que Burton ha tenido sus bajones, pero puede presumir de haberlo hecho manteniéndose fiel a su estilo y a su estética.

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