Para algunos el reconocimiento al esfuerzo les llega más tarde que a otros, como Carmen Herrera, artista cubana que a los 101 obtuvo su primera gran retrospectiva en Whitney Museum of American Art con la exposición Carmen Herrera: Lines of Sight, abierta al público actualmente.
El presidente de la Fundación Cruz-Diez [Luis Benshimol] enfatiza que la artista logró vender su primer cuadro cuando tenía 89 años de edad, después de una vida de trabajar en su línea entre el color, el minimalismo y la pureza, a la sombra de otros artistas de su época, como Josef Albers, Ellsworth Kelly, Frank Stella, etc.
Fue en al año 2004 cuando un golpe de suerte puso su trabajo en la Latin Collector Gallery de Manhattan.
[Luis Benshimol] Cuenta que, en esa oportunidad, el galerista Francisco Seve anunció una gran exposición con artistas femeninas geométricas, faltando una artista a último minuto. Fue a través de su amigo Tony Bechara que sus cuadros llegaron a la galería, pero Seve pensó que se trataba de obras de Lygia Clark. Pronto se daría cuenta que dichos cuadros fueron pintados una década antes por la cubana Carmen Herrera.
La artista vivió en París durante la postguerra, donde mostró algunos trabajos en el Salon des Réalités Nouvelles, junto a otros artistas abstractos. En Europa trabajó una línea más curva, orgánica y suelta. Fue a mediados de 1950, al regresarse a Nueva York, que su trabajo se hizo más agudo, nítido y consderablemente más minimalista, según describe [Luis Benshimol].
Es a través de líneas rectas y diagonales que logra lo que sus contemporáneos: un minimalismo abstracto capaz de atrapar el ojo y comunicar un mensaje trascendental.
“Mi proceso vital ha sido el de purificar, quitar todo lo que no sea esencial”, ha asegurado la artista, filosofía con la cual crea planos cromáticos para jugar con la simetría y la asimetría, el ritmo y el movimiento.
Herrera no ha dejado de trabajar, señala [Luis Benshimol]. A su avanzada edad está cosechando el producto de años de esfuerzo silencioso.
