Se cumplen 50 años del premio Rómulo Gallegos que le fue concedido a Mario Vargas Llosa por su segunda novela, La casa verde, aparecida un año antes, en 1966.  Es el caso de los años fundacionales del llamado boom de la narrativa latinoamericana, aquella irrupción de los bárbaros que cambió el modo de leer y escribir.

La casa verde hace honor a su condición de clásico por dos motivos: por seguir vigente y porque dio pie a consideraciones que iban mucho más allá de la propia novela, lo que sin duda es un síntoma de su capacidad de incentivar su lectura.

Una novela de diseño geométrico, cuya estructura: una constelación de historias con otros episodios y subtemas, tiene algo de lo inextricable y enmarañado de la selva que es uno de sus escenarios.

«Dentro de la obra de Vargas Llosa, creo que «La casa verde» es el corazón de sus tinieblas», dijo el escritor Juan Armas Marcelo, que también alabó ese trabajo que resulta «clave» para conocer la narrativa del autor de «La ciudad y los perros».

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