Fast & Furious X’ es la décima entrega de la popular franquicia sobre las aventuras de un grupo de corredores callejeros y ladrones en colaboración con el gobierno. Se estrena el viernes y esta vez ha sido dirigida por Louis Leterrier, veterano del cine de acción con títulos como ‘Transporter’ o ‘El Increíble Hulk’, que llegó para salvar la producción cuando Justin Lin dejó el proyecto en abril pasado, en pleno rodaje, un problema que ha dejado su huella en el resultado.

La saga FF se ha ido perfilando en el tiempo como un campo de pruebas para lo que puede dar de sí el cine de acción americano. De un producto coyuntural de la época en la que el tuning se hizo tendencia, ha sabido esquivar con mayor o menor acierto su legado de cine equivalente al regetón en la música para pasar por todo tipo de subgéneros hasta encontrar su voz en un concepto tan sencillo como un gran partido de tenis cuyas pelotas son automóviles a toda velocidad, en el que la trama no es tan importante como las escenas de espectáculo.

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Una reunión ciclópea

La saga encontró su mejor punto en la octava entrega, cuando acabó de sacudirse la sombra de tratar de ser “buen cine” de atracos, y abrazó un delirio imposible que acercaba su marca a algo similar a uno de esos espectáculos en directo de piruetas, monster cars y fuego en las ruedas. La novena llevaba ese mismo espíritu al espacio y devolvía autonomía a un Vin Diesel desplazado en la anterior entrega. Ahora el actor parece haber tratado de convertir a su héroe en el centro absoluto y supone un bache para el potencial de su propio universo.

La película sigue a Dominic Toretto y su tripulación mientras se enfrentan a un nuevo enemigo: Dante Reyes (Jason Momoa), el hijo del capo de la droga que mataron en ‘Fast Five’ (2011), quien busca vengarse del grupo por un rencor derivado de su atraco en Río de Janeiro, para ello ha desplazado a Cipher (Charlize Theron), la ciberterrorista que ha sido la némesis de Dom y su familia en las dos últimas entregas. Esto lleva a un nuevo juego de alianzas que permite que la saga siga siendo un espacio de enemigos que se transforman en socios y viceversa.

El enorme elenco de esta ‘Fast X’ incluye a caras familiares de las películas anteriores, como Michelle Rodriguez, Tyrese Gibson, Ludacris, Nathalie Emmanuel, Helen Mirren y Rita Moreno, y también presenta nuevos personajes interpretados por Brie Larson, Daniela Melchior, Alan Ritchson y John Cena, esto, unido a sus megalomaníacas escenas de acción, han elevado el presupuesto a 340 millones de dólares, lo que la convierte en una de las películas más caras jamás realizadas, superando otras como ‘Vengadores: Infinity War’.

Una olimpiada descerebrada de explosiones y maniobras imposibles

La escala de las acrobacias se han vuelto más descaradamente irreales que nunca, pero quizá esto no justifique su precio. La sensación es que se está preparando el escenario para sus dos capítulos finales y el evento parece un aperitivo comparado con lo que se vio en la anterior entrega. Sí, hay dos secuencias alucinantes, una en Roma, con una bomba rodante que parece un pinball a gran escala y otra hacia el final, con un combo de aviones, helicópteros y coches saltando por los aires que son de ver para creer.

Pero la acción parece no serlo todo en esta ocasión y se intuye cierta nostalgia de las primeras entregas, de su lado más hortera en el peor sentido de la palabra. Momoa se lo pasa mejor que el público haciendo de villano y su catálogo de chistes con poca gracia es demasiado constante, su timing no está tan bien lubricado como los motores que destrozan y su exceso de posturas mesiánicas hacen una caricatura de villano que acaba empachando tanto como la solemnidad de un Toretto desesperado por resultar icónico, un baño de grandilocuencia y mala digestión del orgullo barriobajero que acaba saturando por redundante.

Fastmalos

Sus monólogos sobre la familia, la autenticidad de su gente, la melaza de líquido de frenos y nostalgia con música pianitos de teleserie de los 80 se acumula sin demasiada adrenalina entre medias, la acción se atasca en un fango de frases rancias que parecen diferentes declinaciones de “yo estudié en la universidad de la calle” y anuncio de perfume ‘Invictus’ que recuperan la peor versión posible de la saga. Afortunadamente, como siempre, los secundarios vienen al rescate. (Ojo a la escena post-créditos)

Una gran parodia (involuntaria?) de la cultura del motor

El personaje de John Cena sufre tal transformación con respecto a la anterior entrega que parece recuperar los mejores momentos de ‘El pacificador’ y su presencia MVP logra borrar los olvidables tentativas —o atentados— de comedia en las escenas con Pete Davidson. La fugaz aparición de Statham es uno de los momentos más memorables y la inesperada buddy movie de Rodríguez y Theron es mucho más digna que algunos momentos de sus protagonistas principales. También es un acierto incorporar a Ritchson a la saga, volviendo a demostrar porque su presencia es capaz de convertir ‘Reacher’ en una de las mejores series de acción recientes.

Larson puede funcionar como una aliada interesante en la trilogía planeada, pero sencillamente su papel se reduce a lo anecdótico y ‘FF 10’ acaba resultando un potaje lleno de personajes, tramas, villanos que aparecen a la vez en todas partes y una narración desordenada que entorpece el ritmo y hace echar en falta a Justin Lin en sus momentos de delirio. Leterrier es bueno haciendo un montaje frenético en las escenas más vertiginosas, pero no tiene el mismo ojo panorámico de la anterior.

Fast X T

En general, ‘Fast & Furious X’ hace un buen trabajo como primer capítulo de algo más grande, y sigue siendo una oda a la locura que mejora a otras entregas mejor valoradas de la franquicia, que puede ser definida como la propia familia en la película, “una secta de los coches”, y es precisamente ese el gran logro de los últimos tres capítulos, que llevan la cultura del motor a extremos de desvergüenza y ridículo, a la caricatura grotesca puesta en bandeja por la propia primera entrega. Por ello es mucho más gratificante cuando juega a ser un disparatado circo ambulante que cuando se quiere convertir en un duelo de tamaño de pollas en el patio de exhibición de un Diesel borracho de sí mismo.

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