Siguiendo por la línea que ha llevado desde casi sus comienzos Movistar Plus+ de cazar buen talento cinematográfico y receptores de premios Goya (‘Hombres ilustres’) para sus series, en esta ocasión nos encontramos con ‘Bellas artes‘, la nueva comedia de Mariano Cohn y Gastón Duprat, quienes estrenaron no hace mucho ‘Competencia oficialcon Antonio Banderas y Penélope Cruz.

Después de realizar varias series para Disney+ como ‘El encargado‘ o ‘Coppola. El representante’, la dupla argentina cruza el charco para seguir explorando la psique de peculiares ejemplares masculinos llevándonos, en esta ocasión, a las tripas de un museo de arte moderno a través de los ojos de su recién nombrado director (Oscar Martínez) que entra casi como un historiador del arte demasiado a la vieja usanza para su cargo.

Museo «poconut»

Algo que la serie se encarga de resaltar desde la primera secuencia, siendo bastante obvia a la hora de presentarnos este universo, este conflicto entre los tiempos que corren, tendencias artísticas, la separación de obra y autor (hay una subtrama general en torno a una escultura de un autor polémico) y un modo más conservador de ver (y trabajar) el arte.

El caso es que, más allá de esa leve (y hay que reconocerlo) manida parodia en torno al arte vanguardista y moderno/contemporáneo, es una serie bastante vacía de contenido, de temática e incluso de personajes. Ni siquiera se profundiza medianamente en el Dumas de Oscar Martínez como protagonista absoluto (apenas nos separamos de él).

Es verdad que, con apenas seis episodios de media hora, no hay mucho margen para trabajar pero el universo de secundarios está desaprovechadísimo (que pena de Aixa Villagrán) y tampoco hay demasiadas pinceladas de complejidad ni tridimensionalidad más allá de «el director es de tal manera pero también está solo» y rasgos similares. Lo cual es deslucir, desde luego, el reparto que cuenta con notorios cameos como el de José Sacristán, Dani Rovira o Ángela Molina.

De alguna manera, ‘Bellas artes’ cae en esa tradición reciente de Movistar Plus+ de hacer series mucho más blancas e inofensivas de lo que termina pidiendo una premisa de este estilo. Si bien presenta situaciones cotidianas y con potencial para, valga la redundancia, potenciar las tramas —problemas en los montajes de las muestras y exposiciones, injerencias del ministerio de cultura, etc.—, da la sensación de que no terminan de dar nunca un salto.

Esto, acompañado por un ritmo de humor tranquilo y a fuego lento, eficaz pero sin sobresaltos, más llamando a la sonrisita que a la carcajada, causa una falta de garra que termina haciendo que las tres horas de serie vengan por un lado, se vayan por el otro, sin dejar ningún tipo de poso.

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