Los pintores clásicos no pasan de moda y está visto que el éxito de los museos reposa, en la gran mayoría de los casos, en la apuesta por exposiciones dedicadas a artistas conocidos internacionalmente. La  colosal exposición del Bosco que el Museo del Prado preparó el año pasado y la muestra de Velázquez y Murillo en Sevilla, son la mejor prueba de esto y de que los más grandes pinceles del arte universal siguen ganando la admiración y el respeto del público.

Diego Velázquez, es conocido en todo el mundo por Las Meninas y Las lanzas (ambas pertenecientes a la colección permanente del Museo del Prado). Este sevillano se caracterizó por ser uno de los grandes pinceles del Barroco español, la mayor parte de su carrera al servicio de la corona, llevando el título de “pintor de corte”, que si bien simplificó su vida, supuso una gran limitación creativa.

El maestro español, dejó un valioso legado junto a otros autores ibéricos como Zurbarán, Ribera y el antes mencionado Murillo. Durante su vida, contó con un breve período de exploración en el que pudo acercarse al arte pagano, alejándose de los encargos de la corte. De este período emergieron creaciones como Los borrachos y La fragua de Vulcano, hermosas piezas de corte mitológico.

Gracias a la publicación del libro Velázquez desaparecido de Laura Cummings, el autor sevillano ratifica que su legado pictótico e histórico sigue intacto. El autor de Las Meninas, revive en la novela histórica publicada en el 2016, obra que gira en torno a uno de sus bocetos.

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